miércoles, 11 de agosto de 2010
Viaje a Gran Canaria
El equipo de Paralelos y Meridianos da nombre a esa especie de viajeros que se inclinan fácilmente ante la belleza que está por los lugares que transitan, por ese “estado de ánimo” que parte del hecho de ser testigo y parte de los territorios. Su capacidad de sorpresa no merma ni en mundos extraños ni a las puertas del infierno... emprender el viaje y pedir que sea “largo, lleno de venturas y conocimiento”.
Tras haber promovido viajar a Gran Canaria durante cierto tiempo, una noche saqué por internet unos pasajes con Ryanair y alojamiento en los bungalows Doña Rosa en Maspalomas.
El inicio de la aventura comenzó con el tercer partido clave de la fase de grupos del Mundial de Sudáfrica, ese viernes jugaba España contra Chile y a la madrugada partíamos para Gran Canaria. Tras la victoria (2-1), celebración y breve sueño, José nos llevó al aeropuerto. Eran las cuatro cuando estábamos facturando una única maleta de 20 kilos. Blanca cargaba con un niño dormido. El progreso por la terminal del aeropuerto de Barajas acabó felizmente: el despegue fue a la hora fijada y el vuelo transcurrió en la estrecha normalidad de los pasajes de clase turista.
El acercamiento a la Isla empezó por capturar fragmentos del Google Earth en mi memoria. Al observar la isla desde el avión era como la recuperación de un sueño.
Ya en Gran Canaria, buscamos el enlace de autobuses desde el aeropuerto hasta Maspalomas. Galletti y Vito disfrutaban con la imaginación y de su primer viaje en avión. Llegamos a los bungalows a mediodía, cerca de la Reserva Natural de Dunas del playa del Inglés, y nos alojaron en el número 18. Hay dos piscinas y nos acompañan en la estancia canarios nacionales y turistas europeos, abundan las familias. Se observan algunos extranjeros del norte de Europa rojos como cangrejos, grado de exposición al sol extrema al sol. El compartimento dispone de dos habitaciones, cocina, baño y un pequeño porche.
Recorrimos Maspalomas y playa del Inglés, conjugando desarrollo urbanístico = degradación dunar. Los turistas somos parte del moho "de la naranja" y, por tanto, responsables de este desaguisado contra el ecosistema y de sus consabidas contradicciones.
Trascendiendo las lindes de lo reivindicativo para no aburrir, las dunas de Maspalomas apuntan un tamaño significativo. El recorrido por el interior de la Reserva lo hicimos por la tarde, lleva un tiempo y hay mucha gente solitaria entre la escasa vegetación dunar.
El atardecer entraba detallando una infinidad de perfiles cromáticos y la espontaneidad de Galletti recoge un sinfín de volteretas por las pendientes abruptas de las dunas. El fin del trayecto acabó en la playa, en el muy característico Faro de Maspalomas. La vuelta, una andadura de 4 kilómetros, por la playa hasta los bungalows.
El siguiente punto a recomendar es el ascenso al Roque Nublo (1813 metros). Una senda sin pérdida hasta la base del Roque. Blanca se reía que yo lo llamara pitón pero era inmenso. Desde abajo hacía inútiles esfuerzos por fotografiarlo, solo fragmentos de roca, pedazo de piedra volcánica. Galletti y Vito corrían por entre la plataforma de la que partían los dos bloques principales, había valido la pena. Tocamos la piedra, la sombra del Nublo, confeccionamos un deseo y vimos el Teide a 106 kilómetros de distancia. Un emocionante encuentro.
Un excursionista llegó más tarde por allí diluido entre tanta piedra, buscaba algo por el escenario, dar la vuelta al Roque. Parloteé un rato con él y no quiso exponerse al peligro del precipicio, dio media vuelta y se largó sin acometer la órbita al pitón.
El descenso hasta el aparcamiento al borde de la carretera fue tranquilo y de manera perceptible, nos acompañaron los lagartos gigantes que acechaban y que establecieron un vínculo especial con Galletti y Vito.
Otro misterioso lugar, sencillo pero que hace extender la imaginación a tiempos remotos es la montaña de las Cuatro Puertas, un grupo de cuevas de culto aborigen. Allí se pueden observar cosas curiosas (Cuatro Puertas).
Durante catorce días permanecimos en Gran Canaria, alquilamos un Citröen Saxo, y pudimos visitar Las Palmas. Una cómoda autopista une Maspalomas con Las Palmas. Cada sitio es un episodio y allí, en Las Palmas, coincidimos conla celebración del partido España-Portugal del Mundial que lo vimos en el Jazz-Bar “El Muñeco Naranja” de la calle Fernando Guanarteme número 16. Nos había despertado sospechas el local -que presentaba un ambiente identificable con el fútbol- y en esa disposición, convivimos durante unas horas con el nerviosismo de los parroquianos hasta que en el minuto 62 llegó el Gol de David Villa. Emergía la posibilidad de llegar lejos en el Mundial y el tranquilo Bar se sacudía entonces su jazzística por alborozados intercambios de abrazos y felicitaciones de los aficionados.
Los siguientes días abandonamos esas galaxias futboleras por los reductos de la Laurisilva del Norte.
Los Tiles de Moya, en la carretera GC-700, se ocultaba al otro lado del Sol. Inspirados por la bruma nos adentramos invariablemente por las laderas del barranco y por el extenso bosque. Leo que hay unos problemas enormes ecológicos en la zona debido al entubamiento del agua en el barranco. Lo hacen para aumentar beneficios empresariales y dejan sin humedad las primeras capas del suelo con el consiguiente efecto negativo sobre la vegetación.
Al inicio del barranco existe una estación meteorológica (Moya-Los Tilos), parece que en desuso, las medidas escritas en la garita más o menos fieles al lenguaje meteorológico, transcriben el clima de la Laurisilva.
Algunos piensan que en los lugares más inverosímiles están en los sitios más accesibles y tienen razón. Las cuevas de Las Cruces se hallan en un estado deplorable, preámbulo de la destrucción definitiva, pero son asombrosas. No se sabe el tiempo que aguantaran los arcos catedralicios ante los nulos esfuerzos de los responsables políticos de acabar con el problema, ahí están de momento, hasta su hecatombe final.
Continuando más hacía el Noroeste está Agaete, punto final de nuestro viaje. Su estructura más característica era El Dedo de Dios, ya no existe. Fue desmembrado por la tormenta “Delta” en 2005, aún así la vista de los barrancos occidentales es gloriosa y la última luz del día bañando la quebrada costa pone en cuestión otros paraísos.
Todavía algunos lugares más resuenan en mi cabeza junto a la apreciada amabilidad de los grancanarios, pero es mejor dejarlo a la sorpresa.
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