Alarcón y la Hoz del río Júcar.

Nadie ha podido escapar del influjo de los ríos. Alarcón está en esas acentuadas Dimensiones. El río Júcar insiste encajonado en delimitar sus líneas divisorias, olvidando al pueblo de Alarcón allá arriba. Entras por la única carretera de acceso a Alarcón y la confrontación con el vacio es notoria, el río, el embalse, las paredes de roca caliza… un dialogo que prosigue desde tiempos inmemoriables.

El insufrible equipo de Trayectorias Geodésicas después de contemplar una perspectiva crucial desde una especie de explanada-plataforma, acompañados de diverso público, se adentró por la carretera que circunvala la localidad y que acaba en un pequeño puente lleno de gente merendando. Allí coincidimos una notable colección de visitantes llegados de incluso lejanas tierras.
Tras un pequeño repaso de reflexiones sobre qué hacer, nos decidimos adentrarnos por la vereda del río, por una senda abrupta que anunciaba una concentración de basura notable en sus primeros pasos. Por motivos que dependen de la distancia, poco a poco, esa solidez de desperdicios iban desapareciendo y empezábamos a encontrar una mayor relevancia de la naturaleza. También vimos unas torres defensivas lo largo del trayecto que ayudaban a imaginarnos un territorio antaño fuertemente defendido y a algunos animales salvajes. Cuando la admiración se fraguaba en esa influencia mutua de Hombre y Natura empezaron a surgir claras reminiscencias de la actividad dominguera: papeles, botes, pañales, plásticos, etc. De nuevo, empezaban a aflorar desperdicios humanos, el desarrollo de la senda se hizo estrecho y hubo que ascender por un empinado escalón de piedra, nos encontrábamos de frente a las murallas de Alarcón. De ahí la explicación de la degradación del hábitat, nos estábamos acercando de nuevo a la Civilización. Habíamos rodeado al pueblo, situado sobre un meandro del río. Una singular ruta circular a la que nos disponíamos a cerrar penetrando por una de las puertas de la muralla.